Me encanta contar esta anécdota, porque creo que simboliza muy bien la figura del “vigneron” que aprendo con David. –Vigneron– sería traducido al español como viticultor; sin embargo, en francés tiene otro significado simbólico. En el mundo del vino francés, vigneron significa dar un paso hacia delante, y pasar de producir uva y venderla a una bodega, a hacer tu propio vino. Es un paso valiente, un paso que requiere personalidad, decisión, ilusión, y que necesariamente va a marcar con tu impronta el vino que vas a realizar. El vigneron no requiere de enormes conocimientos técnicos, sino del sentido común, el buen hacer y la sensibilidad. Y por eso os cuento esta anécdota.
Cuando David y yo dimos un paso hacia delante en la creación de Muchada-Léclapart, uno de los objetivos fue encontrar una parcela de viñas para comprar. La idea que teníamos era encontrar viñas viejas en alguno de los pagos históricos de Sanlúcar; nada más. Era una idea muy amplia y general. Sin embargo, recuerdo la frase que me dijo David: “Ale: busca belleza; busca un sitio que tenga belleza, que te sientas bien en él. Estoy seguro que dará algo excelente”. Me impactó porque no me dijo que analizara los suelos, que estudiara el tipo de albariza que tenía, la profundidad a la que aparecía la tosca… Fue una frase que directamente me estaba mostrando lo que quería aprender: a sentir, a confiar en la intuición, a desarrollar la sensibilidad que todos tenemos para percibir lo que nos rodea. Y además, a apreciar la belleza, a buscar lo bello como indicador de excelencia, de futuro, de camino por recorrer.
Estos gestos sutiles de David son los que más me llaman la atención, y más motivación me generan para querer ser un vigneron, a la francesa. No se trata de plantar uva chardonnay, ni de hacer burbujas; se trata de confiar en tu intuición, en tu sensibilidad, en el artista que todos llevamos dentro. Fue con esta actitud que encontramos nuestra viña La Platera. Gracias a buenos amigos, que siempre son el mejor filtro para llegar a algo bueno para ti, encontramos La Platera, una parcela de 1.7 hectáreas, con 1.2h de viñas viejas preciosas.
Aquella tarde por suerte estábamos juntos David y yo. Nos enseñaron varias parcelas, pero ninguna nos hizo “clín clín”. Pero cuando llegamos a La Platera, David y yo nos miramos y dijimos: Esta es. Así, sin analizar los suelos, sin prejuicios por encontrarnos en la parte baja del Pago Miraflores. Había una belleza singular en aquellas viñas. Su forma nos decía que era un suelo rico y que su viticultor había sido muy meticuloso en su viticultura. La ausencia de marras y de reposiciones también indicaba que era una buena tierra. Era nuestra parcela. Así comenzó su andadura nuestro vino Lumière, nuestro buque insignia: un vino blanco seco procedente de las viñas viejas de La Platera, que elaboramos sin maquillaje: sin velo de flor, sin fortificar, y por supuesto, sin rectificar su acidez, sin aditivos salvo un mínimo de sulfuroso, con fermentación espontanea.
Lo curioso es que 3 años después, en 2020, después de llevar tres añadas trabajando sus suelos, hicimos una calicata. Había venido a la región Yves Herody, el geólogo más reputado de Francia junto a Claude Bourguignon, e hicimos varias calicatas en las parcelas más significativas de varios productores de la región –la ocasión lo merecía-. La sorpresa fue que los suelos de La Platera resultaron ser preciosos, con una tosca cerrada blanca como la luz a dos metros de profundidad, que posiblemente explique la finura y elegancia de nuestro vino.